Este domingo pasado (15 de mayo) dejé descansar los pinceles y tomé los lápices. Y como soy terca, volví a intentar hacer el retrato de Genaro. Y digo volví, pues ya lo intenté anteriormente con lápiz y con pintura al temple... Sin embargo, en estos dos casos los resultados no me convencieron.
El dibujo que muestro a continuación (el que hice este domingo) es al carbón. Y aunque todavía no me acaba de convencer totalmente (en lo referente al parecido), me gustó como pintura. Y es que ustedes no están para saberlo ni yo para contarlo, pero hacer retratos no es nada fácil. En la elaboración de retratos intervienen dos factores: 1) el parecido y 2) la calidad o el arte propio del dibujo o la pintura. Es decir, se pueden hacer retratos con un enorme parecido a la persona retratada... pero sin ningún valor artístico. Por el contrario, la pintura o el dibujo pueden ser muy valiosos en cuanto a sus características artísticas, pero no tener el mínimo parecido con la persona representada. El ideal, por supuesto, es cumplir satisfactoriamente con los dos aspectos.
Pero bueno, lo interesante es que descubrí que el carbón, a diferencia del grafito, es una técnica que va más conmigo, con mi personalidad... (hablando de dibujo, claro, no de pintura), pues no requiere de tanta paciencia como lo exige el grafito...
Dicen por ahí que la práctica hace al maestro... así que no pienso tirar la toalla y sí pretendo practicar esta técnica por lo menos una vez a la semana...
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